domingo, 18 de noviembre de 2012

¿Erika: la flor de la pradera o la observadora hermética?



Quise usar este título para esta entrada porque para mí hace referencia a la dualidad de su protagonista, Erika, a lo que esconde. Por un lado, su personalidad se desdobla dejando ver a una profesora en sus cabales, delicada, que sigue las reglas de una sociedad sin falta alguna, lo que se podría decir una persona “normal”. Pero por otro lado, Erika lleva una “segunda vida”, el lado oscuro de los deseos donde da rienda suelta a sus fantasías, a su maldad, donde surgen antivalores como los celos, la envidia, la lujuria, pero no juzguemos precipitadamente, debemos estudiar a fondo su vida para comprender:   


El desesperado, de Gustave Courbet

Soledad, rencor, odio, asco de su vida, un cóctel de sentimientos, un grito apagado, una catarsis que se ahoga porque no se puede desahogar, el sin fin de deseos, sentimientos, pensamientos que se deben reprimir simplemente porque se debe ser perfecta, ser como su madre quiere que sea. Así es la vida de Erika, el personaje que da vida a la historia de la novela La pianista. Un titulo un tanto cruel puesto que Erika es una pianista fracasada convertida en una profesora de piano.

Erika, una pobre desdichada que no vive su propia vida sino la vida de alguien ajena a ella, una vida “creada” por su madre que la amoldó a su acomodo y la manipula a su antojo.

¿Qué escapatoria tiene Erika para su vida o, mejor aún, para su muerte en vida? ¿Cómo escapar de su asfixiante madre? Simplemente no hay salida, su progenitora la controla, le vigila cada uno de sus movimientos, la ropa que debe vestir, lo que debe hacer, se siente el ahogo cuando la llama constantemente para averiguar sobre “su niña”, sí, con el adjetivo posesivo, porque eso es Erika para su madre, un objeto más de su posesión. Y niña porque a pesar que Erika esta por sus treinta, duerme con su madre, además de depender de ella emocionalmente.

La infeliz profesora de piano no se siente capaz de llorar, de mostrar sus emociones, de comunicar sus sentimientos, su educación fue una en la que se garantizó que ella no se rebelara, por eso, Erika sufre en silencio, se auto flagela, se lastima su cuerpo, pero no siente dolor.




Me pregunto cuántos Erika y cuántas Erika hay por ahí en el mundo, sobreprotegidas de sus madres y por qué no, también de sus padres. Gente que en su niñez y a lo largo de su vida no tienen la oportunidad de desarrollar su personalidad libremente, sino que vive a la sombra de sus padres bajo un dominio indeseado.


1 comentario:

  1. Hola Lorena... El tema es particularmente interesante, algunas personas no solo pueden vivir a la sombra de los padres, también pueden existir seres con los que se comparan y tratemos de imitar o superar...

    Algún día me gustaría tener la oportunidad de leer el libro.

    Gracias por tu punto de vista... hasta la próxima...

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