domingo, 18 de noviembre de 2012

La perdida de sí misma.


Un aspecto que toca la obra y que me llamó mucho la atención es el de la auto agresión, hice una interpretación y también una búsqueda sobre el tema:  
“El dañarse a uno mismo puede ser un problema que se mantiene oculto durante años. Puede comenzar como un modo repentino de dejar salir la ira y frustración (como dar un puñetazo a una puerta) y puede llegar a convertirse con el tiempo en una manera importante de hacer frente al estrés que, al seguir oculto, suele generar más estrés. La severidad del daño a uno mismo no depende de cómo de graves son los problemas subyacentes. Generalmente, con el tiempo, la persona se hace más tolerante al dolor que se inflige, de modo que tienen que hacerse un daño más severo para obtener la misma sensación de alivio…otras se pueden sentir tan anestesiadas, que ver su propia sangre al cortarse les ayuda a sentirse vivos, ya que se sienten muertos en su interior. Algunas personas sienten que lidiar con dolor físico es más fácil que lidiar con el dolor emocional…a algunas personas les proporciona el alivio que el resto de nosotros suele encontrar en el llanto. La auto lesión también es una manera de auto castigarse.

Tomado de: Autolesiones: ¿Por qué algunas personas se hieren a sí mismas? En: http://www.cepvi.com/articulos/autolesion.shtml


Mi opinión es que Erika, la protagonista de La Pianista, se auto agrede como una forma de manejar sus emociones, se hacía daño como una forma bastante particular de dejar salir a flote aquellos sentimientos reprimidos, puesto que no los enfrentaba de manera natural, sentimientos como la  frustración donde de alguna forma se despreciaba a sí misma pero era incapaz de comunicarlo, lo mantenía en secreto. Estaba tan subyugada por su mamá que reprimía todos sus deseos, pensamientos, y todo se acumulaba haciéndola enfermar “emocionalmente” entonces era cuando ella recurría a liberarse, con la cuchilla que siempre cargaba. A través de la auto agresión, aliviaba ese estres emocional, era su forma de escape.

Erika al igual que cualquier persona es un mundo de sentimientos y estados: ira, tristeza, soledad, pudor, culpa, impotencia; que simplemente no puede externalizar porque no fue educada para ello.

Perfección, locura, piano, son tres palabras que hacen llegar a mi memoria un recuerdo algo lejano: hace algunos años tenía un estudiante que era pianista, muy juicioso, extremadamente inteligente, él me comentó que tenía miedo de la locura, puesto que a través de la historia muchos pianistas se han vuelto locos, como es el caso de Robert Schumann,  decía que la perfección había llevado a muchos a ese lamentable estado al que él tanto le temía. Este estudiante  era perfeccionista, solía dormir tan solo dos horas porque tenía que practicar mucho en el piano, quería ser el mejor. Bellamente esta historia tiene un final feliz (por ahora), él es ahora profesor de piano de una muy reconocida universidad del país y adelanta estudios avanzados sobre su materia de estudio. Comento esta situación porque muchas veces esos deseos incontrolados en extremo, ya sean individuales o por presión de alguien, nos pueden hacer perder la cabeza, hay que controlarlos.

¿Erika: la flor de la pradera o la observadora hermética?



Quise usar este título para esta entrada porque para mí hace referencia a la dualidad de su protagonista, Erika, a lo que esconde. Por un lado, su personalidad se desdobla dejando ver a una profesora en sus cabales, delicada, que sigue las reglas de una sociedad sin falta alguna, lo que se podría decir una persona “normal”. Pero por otro lado, Erika lleva una “segunda vida”, el lado oscuro de los deseos donde da rienda suelta a sus fantasías, a su maldad, donde surgen antivalores como los celos, la envidia, la lujuria, pero no juzguemos precipitadamente, debemos estudiar a fondo su vida para comprender:   


El desesperado, de Gustave Courbet

Soledad, rencor, odio, asco de su vida, un cóctel de sentimientos, un grito apagado, una catarsis que se ahoga porque no se puede desahogar, el sin fin de deseos, sentimientos, pensamientos que se deben reprimir simplemente porque se debe ser perfecta, ser como su madre quiere que sea. Así es la vida de Erika, el personaje que da vida a la historia de la novela La pianista. Un titulo un tanto cruel puesto que Erika es una pianista fracasada convertida en una profesora de piano.

Erika, una pobre desdichada que no vive su propia vida sino la vida de alguien ajena a ella, una vida “creada” por su madre que la amoldó a su acomodo y la manipula a su antojo.

¿Qué escapatoria tiene Erika para su vida o, mejor aún, para su muerte en vida? ¿Cómo escapar de su asfixiante madre? Simplemente no hay salida, su progenitora la controla, le vigila cada uno de sus movimientos, la ropa que debe vestir, lo que debe hacer, se siente el ahogo cuando la llama constantemente para averiguar sobre “su niña”, sí, con el adjetivo posesivo, porque eso es Erika para su madre, un objeto más de su posesión. Y niña porque a pesar que Erika esta por sus treinta, duerme con su madre, además de depender de ella emocionalmente.

La infeliz profesora de piano no se siente capaz de llorar, de mostrar sus emociones, de comunicar sus sentimientos, su educación fue una en la que se garantizó que ella no se rebelara, por eso, Erika sufre en silencio, se auto flagela, se lastima su cuerpo, pero no siente dolor.




Me pregunto cuántos Erika y cuántas Erika hay por ahí en el mundo, sobreprotegidas de sus madres y por qué no, también de sus padres. Gente que en su niñez y a lo largo de su vida no tienen la oportunidad de desarrollar su personalidad libremente, sino que vive a la sombra de sus padres bajo un dominio indeseado.